Bulma entró en la sala de estar con una bandeja de frutas y un tazón de sopa humeante, una expresión de ligera preocupación aún en su rostro. Trunks, que había dejado su robot de juguete a un lado, miraba entre ella y yo, sintiendo la tensión en el aire. Sabía que esta conversación no iba a ser fácil. Decirle a tu madre, una brillante científica pero una civil, que has reencarnado y que ahora planeas salvar el mundo con técnicas que ni siquiera existen en esta realidad, no es precisamente una charla de sobremesa común.
"Mamá", empecé, mi voz sorprendentemente tranquila. "Lo que te voy a decir es muy importante. Y sé que sonará... increíble. Pero necesito que confíes en mí."
Bulma dejó la bandeja con cuidado. "Gohan, ¿qué sucede? Me estás asustando."
Respiré hondo. "Sé lo que va a pasar, mamá. Sé lo que les va a pasar a papá, a Piccolo, a Vegeta, a todos. Sé lo que los Androides van a hacer. Sé lo que nos van a hacer a nosotros." Las palabras salieron con una frialdad que me sorprendió a mí mismo, pero era la verdad. La cruda, dolorosa verdad.
Los ojos de Bulma se abrieron de par en par. "Gohan, ¿de qué hablas? ¿Cómo...?"
"Tuve un sueño", mentí, a medias. "Pero no fue un sueño normal. Fue... una visión. Vi todo. Vi la muerte de papá por la enfermedad del corazón. Vi cómo los Androides aparecieron y acabaron con todos. Vi cómo nos dejaban a Trunks y a mí solos en este mundo desolado." Me detuve, dejando que el peso de mis palabras se asimilara. "Y lo que es peor, vi cómo al final, incluso Trunks y yo... también caíamos."
Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Bulma. Trunks se había acercado, sus pequeños ojos azules fijos en mí, absorbiendo cada palabra.
"Por eso", continué, "necesitamos un nuevo enfoque. El entrenamiento que hemos estado haciendo no es suficiente. Tenemos que ir más allá de los límites de un Saiyajin. Necesitamos un poder que los Androides nunca puedan anticipar."
Bulma, a pesar de su conmoción, era una mujer de ciencia. Su mente analítica comenzó a procesar mis palabras. "Gohan, ¿a qué te refieres con 'más allá de los límites'? ¿Y ese 'poder'?"
"Mamá", dije, mirándola directamente a los ojos. "Necesito tu ayuda para construir un laboratorio de entrenamiento con equipos de monitoreo avanzados. Más de lo que tenemos ahora. Necesito que me ayudes a entender mi propia energía, porque hay algo más dentro de mí que un simple ki. Es como si... otra forma de energía, otra esencia, se hubiera fusionado con la mía. Una energía mística que puede ser canalizada y manipulada de maneras que este mundo aún no conoce."
Expliqué, con la mayor precisión posible, los conceptos básicos de lo que en mi antigua vida se conocía como manipulación energética avanzada o poder espiritual, sin entrar en detalles que la alarmaran demasiado. Hablé de la importancia del control interno, de la canalización de la "esencia vital" y de cómo podría complementar y amplificar mi ki.
Bulma me miró, perpleja. "Una energía mística... ¿Más allá del ki? Gohan, eso es..."
"Lo sé, es una locura", la interrumpí. "Pero te juro que es real. Lo sentí. Necesito aprender a usarlo. Y necesito que Trunks aprenda también. Los dos juntos, mamá. Podemos cambiar esto."
La determinación en mi voz era inquebrantable. Bulma, a pesar de la incredulidad inicial, vio la seriedad en mis ojos. No era el Gohan de siempre. Había algo más profundo, algo más allá de su comprensión en mi mirada.
"Haré lo que pueda, Gohan", dijo finalmente, la voz teñida de una nueva esperanza y una pizca de miedo. "Si lo que dices es cierto... si podemos evitar esa catástrofe... haré cualquier cosa."
El entrenamiento comenzó al día siguiente, y fue brutal.
Primero, el reacondicionamiento físico. Olvidé lo que era el "descanso". Mis músculos ardían, mis pulmones gritaban, pero me obligaba a seguir. Levantamiento de pesas con gravedad aumentada, carreras de resistencia que dejaban a Trunks jadeando, y flexiones hasta el colapso. No solo quería la fuerza de un Saiyajin, sino la resistencia y el control corporal de un monje guerrero.
Luego, la meditación. Horas y horas en silencio, concentrándome en esa "otra" energía que sentía latente en mi interior. Al principio, era como tratar de asir niebla. Pero con cada día, con cada sesión, la sensación se volvía más clara. Podía sentirla, una corriente fría y serena que contrastaba con el calor explosivo de mi ki. Comenzaron a aparecer visiones fugaces, sensaciones de conexión con el mundo a un nivel más profundo. Pequeños brotes de luz blanca crepitaban en la punta de mis dedos cuando me concentraba al máximo.
Bulma, fiel a su palabra, se convirtió en mi "científica de combate". Creó sensores que podían detectar y medir esta nueva energía, diseñó cámaras de gravedad mejoradas y sistemas de retroalimentación que me permitían ver mi progreso en tiempo real. Trunks, aunque joven, era un aprendiz prodigio. Le enseñé los fundamentos del control de ki, pero también lo introduje a la meditación, enseñándole a buscar esa "conexión interna". Al principio era un juego para él, pero pronto, las pequeñas luces que aparecían en sus propias manos lo llenaron de asombro y una nueva motivación.
"¡Más fuerte, Gohan!", gritaba Trunks, apenas capaz de ponerse de pie después de una sesión de entrenamiento. "¡Vamos a aplastar a esos Androides!"
Sonreía. El optimismo infantil de Trunks era un faro en la oscuridad de esta línea de tiempo. Pero sabía que la verdad era mucho más dura. Este no era un juego. La sonrisa se desvanecía, reemplazada por una determinación fría y calculada. Cada gota de sudor, cada dolor punzante, cada hora de meditación, era un paso más lejos del futuro que me atormentaba.
Mis sueños comenzaron a fusionarse. Escenas de mi vida anterior se mezclaban con las pesadillas de esta realidad. Los rostros de mis amigos originales, de mi familia, se difuminaban en las caras de Goku, Piccolo, Vegeta... recordatorios de lo que se había perdido y de lo que tenía que proteger.
Los Androides aún no habían aparecido para el público en general. La enfermedad del corazón de Goku aún no había cobrado su precio. Tenía una ventana, pequeña pero crucial. Y en esa ventana, me convertiría en algo más que un Saiyajin. Me convertiría en el guerrero que esta línea de tiempo desesperadamente necesitaba, un puente entre dos mundos, forjado por la tragedia y alimentado por una promesa inquebrantable.