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Chapter 4 - Elemento prohibido

—¡Ahhhhhhh!

—¡El fuego no se extingue!

 

—¡No… por favor, salven a mi hijo!

 

Gritos desgarradores de muerte y dolor se escuchaban por doquier. Imágenes de un pueblo consumido por las llamas eran todo lo que podía verse en cualquier dirección. Un infierno: esa sería la palabra adecuada para describir la situación.

 

—¡Monstruo!

 

—¡Maldito! ¿Cómo puedes cometer semejante locura?

 

—¿Monstruo? ¿Locura? De verdad que los seres humanos son arrogantes y egoístas…

 

—Causan dolor y no se arrepienten de sus actos. Ahora que les devuelvo lo mismo… ¿soy yo el monstruo?

 

—Ustedes me quitaron lo más importante. Provocaron todo esto con sus errores. Ahora sufrirán las consecuencias… ¡arderán en mis llamas!

 

—¡Espera, no lo hagas!

 

—¡Noooooo!

 

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—¡Ahhhh! Haa… haa…

 

—¿Qué fue eso…? ¿Una pesadilla? —pensó Kenji al despertarse.

 

El sonido del tintineo de unas cadenas le hizo notar que su situación actual no era buena. Estaba encadenado en un calabozo con escasa luz.

 

—Con que ya despertaste —dijo Elise al entrar.

 

—¿…?

 

—Sé que te estás preguntando cómo terminaste así. Y aunque quisiera explicártelo, antes necesito hacerte unas preguntas.

 

Elise tomó una silla de madera y se sentó frente a Kenji, cruzando las piernas.

 

—Dime, ¿cómo te sientes?

 

—…

 

—Entiendo que no quieras hablar, pero tu situación es complicada. El hecho de que estés prisionero lo demuestra.

 

Kenji simplemente la miraba fijamente.

 

—Haaa… —suspiró Elise, frustrada por su silencio—. Comencemos desde el principio. ¿Cómo te llamas? Y dime, ¿cómo fue que terminaste en una zona prohibida? Elige bien tus palabras. Quiero la verdad. Me daré cuenta si mientes.

 

—Yo no elegí estar en esta situación… mucho menos deseé que todo esto pasara. Y ahora mírame, encadenado como un rufián, sin poder hacer nada por quienes me importan —respondió Kenji con un rostro lleno de dolor y culpa—. Aunque sé que no entenderían mi situación, les agradezco por haberme salvado.

 

—Mi nombre es Kenji Segawa. Y aunque me molesta admitirlo… soy hijo del reconocido científico Akira Segawa.

 

—Cómo terminé aquí… es una larga historia. Aun así, me cuesta entender lo que sucede. No sé a qué te refieres con “zona prohibida”, ni por qué esa cosa humanoide intentó asesinarnos.

 

—"¿No sabe de la zona prohibida…? Aunque quisiera creer que miente, lo que dice parece sincero… Pero más importante aún…”

—“¿Asesinarnos?” ¿No estaba solo? Lo que menciona al final vuelve la situación aún más preocupante. Una criatura con forma humana en esa zona… eso no es buena señal —pensó Elise.

 

—Kenji, la criatura que los atacó… ¿mostró algún tipo de inteligencia? ¿Llegó a hablar?

 

—Sí… incluso mostró una gran hostilidad, simplemente por el hecho de que éramos humanos.

 

—Maldición… Se han acercado demasiado —murmuró Elise, visiblemente preocupada.

 

—Ahora que respondí tus preguntas, ¿es posible que me liberen? La persona que estaba conmigo… ese monstruo se la llevó. No sé si sigue viva, pero… necesito encontrarla. ¡Debo hacerlo! —dijo Kenji, con lágrimas escurriéndose por su rostro.

 

—Lo siento, chico… me temo que eso no será posible.

 

—¿Qué…?

 

—Ahora mismo, eres un prisionero del reino. Y no quiero ser pesimista, pero si esa persona fue herida o capturada, es muy probable que ya no haya nada que hacer. No sabemos de dónde vienes ni por qué estabas en la zona prohibida. Ya eso es un delito grave… pero hay algo aún peor.

 

—¿A qué te refieres?

 

—…

 

—Tu energía elemental de fuego es extremadamente peligrosa. El simple hecho de que existas con ese poder te convierte en un monstruo para la población de este reino. Por esa razón, se ha declarado que serás sometido a juicio.

 

—¿Qué va a pasar conmigo?

 

—Tu castigo… será la pena de muerte.

 

El silencio incómodo abrazó la habitación tras la impactante noticia. Elise se puso de pie y se dirigió a la puerta.

 

—Lo siento.

 

—¡Espera! ¡Yo…!

 

—¿Hmm?

 

—Yo… no, nada. Olvídalo —murmuró Kenji, bajando la cabeza.

 

Slamm

 

La puerta se cerró de golpe. Y así, las cosas volvieron a tornarse cuesta arriba para Kenji.

 

Las horas dentro del calabozo transcurrieron lentamente. Las muñecas de Kenji se enrojecían por la presión de las cadenas, pero el dolor ya no era un problema para él. Por alguna razón, sentía que ya no podía experimentar nada más.

 

----------

 

—¿Qué es este lugar…? —murmuró.

 

Era un espacio oscuro. No importaba hacia dónde mirara o cuánto caminara, nada cambiaba. Todo era igual… hasta que algo lo alteró.

 

Una llama apareció repentinamente, iluminando el entorno.

 

—¿Otra vez fuego…? —Kenji alzó el brazo para cubrir su rostro de la luz y el calor.

 

El fuego se desvaneció rápidamente, pero en su lugar, apareció la imagen de alguien encadenado y con una mordaza en la boca.

 

—¿Quién eres…? ¿Qué es este lugar? —preguntó Kenji, con el ceño fruncido.

 

—Eres débil, humano —respondió la figura encadenada con voz profunda y despreciativa.

 

—¿…?

 

—Estás atrapado y no haces nada por liberarte. Ni siquiera puedes reconocer a la persona que te salvó de una muerte segura… ¿Y así piensas rescatarla?

 

—Tienes el poder para tenerlo todo, pero eres demasiado débil para tomarlo.

 

—¿Qué estás diciendo…? —replicó Kenji.

—Haces demasiadas preguntas… Al final, no eres distinto a los demás humanos.

 

—Con esa actitud no recuperarás nada. Sin embargo, tú eres quien me sacará de este lugar. Usa mi poder.

 

—¿Tu poder…? Admito que te agradezco haberme salvado, pero eso que llamas “tu poder” es precisamente lo que va a matarme. Van a juzgarme por él, ¡ni siquiera sé dónde estoy!

 

—No sé lo que hiciste, pero tu poder… al final no me sirve de nada —añadió Kenji, resignado a su destino.

 

—Te equivocas, humano. Escucha bien: no sé de dónde vienes, pero este lugar… no es tu hogar. Tal vez sea mucho peor.

 

Todo para Kenji se volvía más confuso. Pero al menos, algo se aclaró: ya no estaba en la Tierra. Sin embargo, muchas preguntas aún quedaban sin responder.

 

—Parece que el tiempo se ha terminado. Esto es todo lo que puedo decirte por ahora.

 

Una nueva llamarada envolvió el lugar, consumiendo todo a su paso. La presencia del encadenado comenzó a desvanecerse.

 

—¡Espera!

 

—Te estaré vigilando… así que no mueras —fue lo último que escuchó antes de que la figura desapareciera entre las llamas.

 

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¡Splaaashh!

 

—Vamos, despierta, dormilón.

—¿Quiénes son ustedes…? —Kenji apenas lograba enfocar la vista.

 

—¿Tú eres el errante? Menuda cara de imbécil tienes. Ni siquiera mereces saber nuestros nombres. ¡Ja, ja, ja!

 

—Nosotros somos quienes van a juzgarte, monstruo —escupió el hombre con desprecio mientras lo miraba.

 

—¿Juzgarme…? ¿Dónde está Elise?

 

—¡Silencio!

 

¡Zas!

 

Kenji recibió un golpe directo al estómago.

 

—A partir de ahora, las preguntas las hacemos nosotros.

 

¡Zas!

 

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Mientras Kenji era golpeado, en otro lugar, Elise y Sofía se encontraban en la primera planta del gremio, conversando con el capitán de los caballeros del reino acerca de la situación de Kenji.

 

—Entonces, al final, no hay información sobre él…

 

—No. Pero hay algo que no me cuadra. Asegura que no tiene idea de por qué estaba en la zona prohibida. Además, su ropa es extraña. Nunca he visto algo así antes —comentó Elise.

 

—¿De qué estás hablando, Elise?

 

—Lo interrogué, Raiden. Todas sus respuestas fueron sinceras. No detecté ninguna alteración en su energía.

 

Raiden Locadus, capitán de la Orden de los Caballeros del Sol, asintió en silencio.

 

—Comprendo lo que dices, Elise. Pero su energía elemental es una amenaza para el reino.

 

—Lo sé… Pero no me parece una persona peligrosa. Además, su energía elemental es prematura. Es extraño, como si apenas la hubiese adquirido, pese a la edad que aparenta.

 

—Creo que deberíamos posponer el juicio e investigar más sobre él —agregó Elise.

—Tienes un punto, pero…

 

¡Braaaaaam!

 

Un estruendo sacudió la habitación antes de que Raiden pudiera terminar la frase.

 

—¿Qué demonios fue eso? —exclamó Sofía, poniéndose en guardia.

 

En ese momento, los tres se estremecieron al sentir una enorme cantidad de poder fluyendo en el lugar.

 

—No puede ser… ¡Kenji!

 

—¡Sofía!

 

—¡Sí, capitana!

Sofía salió disparada en dirección a los calabozos. Elise supuso de inmediato que el desborde de poder provenía de Kenji.

 

—Elise, los Caballeros del Sol se encargarán de esto. Apártense.

—¡No, Raiden! —gritó Elise.

—Él es mi prisionero… Seré yo quien se encargue de esto.

 

----------

 

Minutos antes…

 

Los soldados golpeaban a Kenji una y otra vez. Su cuerpo estaba cubierto de heridas, y su mirada completamente perdida. Su estado mental estaba a punto de colapsar. El dolor… ya era normal para él.

 

—¡Ja, ja, ja! Míralo… el pobre ya no puede ni mantenerse en pie —se burló uno de los soldados.

 

—Dinos, imbécil. ¿Cómo alguien como tú obtuvo ese poder? —dijo el otro, agarrándolo del cabello.

 

—Yo… no lo…

 

¡Zaas!

 

—Cof… cof…

 

—Este inútil no dirá nada. Demonios, esto es una farsa. Lo mejor será matarlo.

 

—Espera, esa no fue la orden…

 

—¿Y qué? Nadie sabrá lo que pasó aquí.

 

—Será rápido —añadió el caballero mientras desenvainaba su espada.

 

Kenji apenas podía ver. Todo se desdibujaba. Otra vez… el mundo estaba en su contra.

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“¿Por qué me sucede todo esto…?”

 

“El dolor… ya no puedo sentir nada…”

 

—¿Estás cansado…? —susurró una voz en su mente.

 

—Sí…

 

—《@#$%^&》…

 

—¿Qué…? ¿Qué dijiste?

 

—Mátalos.

 

—¿Matar…?

 

—Sí. Destrúyelo todo.

 

—Pero…

 

—¡¡¡MÁTALOS A TODOS!!!

 

La voz retumbó como una orden divina. La cordura de Kenji… se rompió.

 

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—¿Qué diablos…? El calor aquí es insoportable —dijo uno de los soldados.

 

—¿Cómo subió tanto la temperatura…?

 

Kenji levantó lentamente la cabeza.

 

—Ustedes…

 

—¿Hmm?

 

—Ustedes… ¡van a morir!

 

—¿Qué dijiste, maldito mocoso? ¡Te voy a…!

 

—¡Mahito, espera!

 

Pero era tarde.

 

¡Aaaaaaaargh!

 

En un instante, la espada que Mahito sostenía se derritió por completo. Su cuerpo fue envuelto en llamas.

 

El segundo caballero sintió el crujir de la carne de su compañero ardiendo. Pero cuando quiso reaccionar, también fue alcanzado por el fuego.

 

—¡Aaaaaahhh! ¡Me quema! ¡Ayuda, haz algo, imbécil!

 

—¡S-Sí! ¡Dominio elemental de agua: Velo Marino! —gritó el segundo caballero, activando su hechizo desesperadamente.

 

—¡Vamos, apágalo! —gritó Mahito entre llamas.

 

—¡Lo intento! ¡Pero… no se apaga!

 

—¡Incluso bajo el agua… el fuego no desaparece…!

 

—¡Aaaaaahhh!

 

—¡No funciona! ¡¡Mahitoooo!!

 

—¡Ghrahhhghgh…!

 

Mahito fue completamente calcinado. Cuando las llamas finalmente se extinguieron, solo quedó su cuerpo carbonizado, sin vida.

 

—¡Oh, mierda…! Esto no puede estar pasando… —susurró el otro caballero, paralizado.

 

El calor seguía aumentando. Era tan intenso que las bisagras de hierro que sujetaban a Kenji se derritieron. El monstruo… había sido liberado.

 

—Eeek… —gimió el caballero, retrocediendo con miedo.

 

—¡Aléjate de mí, maldito monstruo!

 

—Matar… matar… matar…

 

—¡Nooo! ¡Atrás… atrás!

 

Pasos…

 

—Por favor… No… ¡Aaaghhh!

 

—¡Altooooo!

 

Kenji, aún con los ojos incendiados de furia, volteó lentamente al escuchar la voz, mientras sostenia al caballero por el cuello, a punto de acabar con su vida.

 

—¡Detente ahí! —exclamó Sofía, entrando en la escena con rayos chispeando a su alrededor—. ¡Kenji, basta!

 

—Vamos… no te quedes ahí. ¡Ayúdame! —gritó el caballero, con lágrimas en los ojos.

 

—Tú… cállate, imbécil. Me gustaría dejar que te mate, pero… no tengo opción.

 

¡Flaaaaash!

 

—¿Hmm?

 

Sofía apareció frente a ellos en un parpadeo, y arrebató el cuerpo del caballero con increíble velocidad. Su dominio del rayo era evidente.

 

Lanzó al caballero al suelo, sin miramientos.

 

—¡Agh! ¿¡Qué te pasa!?

 

—Te salvé el trasero, idiota. Así que lárgate antes de que me arrepienta —espetó Sofía con desprecio.

 

—Tch… me las pagarás, mocosa —gruñó mientras se retiraba, arrastrándose.

 

—Haaah… ahora, ¿qué vamos a hacer contigo? —dijo mirando a Kenji, quien aún ardía con poder—. Esto no se ve nada bien. Ni siquiera sé si puedo contenerte…

 

—Sensei… por favor, no tardes.

 

La verdadera batalla… apenas comenzaba.

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