La rutina de Naruto se volvió una parte inquebrantable de su vida. Cada amanecer, mucho antes de que el sol besara los tejados de Konoha, su destartalado despertador lo sacaba de la cama. Sin quejas, se ponía en marcha. Corría por las calles desiertas, el frío de la mañana un desafío bienvenido. Luego, flexiones, abdominales y sentadillas hasta que sus músculos ardían.
Sus días como genin del Equipo Siete eran un ciclo interminable de misiones de rango D: atrapar gatos escapistas (el odioso Gato Tora apareció un par de veces más), pasear perros ancianos que apenas se movían, desmalezar jardines, pintar cercas, o limpiar grafitis. Eran misiones aburridas y tediosas, lejos de la emoción que Naruto imaginaba para un ninja.
"¡Esto es patético! ¡Soy un ninja de la Hoja Escondida, no un jardinero!", se quejaba a diario, su frustración palpable.
Sakura, aunque también desilusionada, intentaba mantener la compostura. "Naruto, son misiones para principiantes. Tenemos que pasar por esto."
Sasuke, por su parte, se limitaba a suspirar con desdén o a gruñir. La falta de misiones desafiantes alimentaba su propia impaciencia. Kakashi-sensei, ajeno a sus quejas, siempre llegaba tarde, leía su libro y los enviaba a la siguiente tarea trivial.
Así transcurrió una semana. Siete días de madrugones, entrenamientos agotadores y misiones exasperantes.
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La mañana del octavo día, mientras Naruto terminaba su entrenamiento matutino y se preparaba para otra jornada de aburrimiento, pudo sentir la diferencia en su propio cuerpo. Se sentía más ligero, más rápido. Sus carreras ya no lo dejaban sin aliento tan rápido, y podía hacer más flexiones sin que sus brazos temblaran. El Jutsu de Transformación ya no era un desastre, podía mantener la forma de Iruka-sensei sin tanto esfuerzo. El Jutsu de Sustitución también había mejorado; podía reaccionar más rápido y cambiar de lugar con un tronco con mayor fluidez.
Pero la verdadera maravilla estaba en el Multi-Clones de Sombras. Había perfeccionado la técnica de enviar a sus clones a la biblioteca. Cada día, creaba cinco o seis clones, los enviaba a leer diferentes libros sobre historia ninja, estrategias de batalla y ninjas famosos. Cuando se disipaban, la información inundaba su mente. Era como si hubiera pasado horas estudiando. Ahora conocía las formaciones de batalla de la Segunda Gran Guerra Ninja, entendía los principios del taijutsu y tenía una mejor comprensión de los clanes más importantes de Konoha. No era un genio como Sasuke, pero su conocimiento general del mundo ninja había crecido exponencialmente en solo una semana. Ya no se sentía tan despistado. Era como si, de repente, una bombilla se hubiera encendido en su cabeza, haciendo clic con conceptos que antes le resultaban abstractos.
Orgulloso de sus progresos, Naruto salió de su apartamento para dirigirse al punto de encuentro del equipo, sintiendo un renovado entusiasmo. Necesitaba liberar algo de energía. Decidió tomar el camino largo a través del distrito comercial, aún mayormente tranquilo a esa hora.
Mientras caminaba, se encontró con Ino Yamanaka. Ella salía de la florería de su familia, cargando una cesta llena de flores recién cortadas, sus manos enguantadas con tierra y sus habituales ropas de trabajo ligeramente manchadas.
"¡Oh, Naruto! Qué sorpresa verte tan temprano. ¿Ya terminaste tu misión de exterminar orugas?", bromeó Ino, una sonrisa pícara en sus labios, el sol de la mañana resaltando el rubio de su cabello. Su tono era ligero, pero sus ojos azules lo observaban con una curiosidad que no pasaba desapercibida para Naruto.
Naruto se encogió de hombros, intentando sonar casual, aunque su corazón se aceleró un poco. "No, solo... ya sabes, entrenando un poco antes de las misiones aburridas. Otro gato Tora, probablemente."
Ino soltó una risita. "Sí, esas misiones de rango D son un fastidio. Pero hay que hacerlas. ¿Y qué tal va tu entrenamiento? Te ves... diferente. ¿Más despierto?" Sus ojos se estrecharon ligeramente, como si intentara descifrar un secreto.
Naruto se frotó la nuca, un poco avergonzado pero también emocionado por su progreso. "Pues... estoy trabajando duro, ¿sabes? Con lo de la prueba de Kakashi-sensei, me di cuenta de que si quiero ser Hokage, no puedo ser un holgazán." No mencionó lo de los clones, quería mantenerlo en secreto por ahora.
"Eso es bueno", dijo Ino, su sonrisa ahora más suave, menos burlona. "Es bueno ver que alguien se lo toma en serio. La Academia no nos enseña todo." Levantó una de las flores de su cesta, una pequeña margarita blanca. "Toma. Para la suerte en tu próxima misión de jardinero." Se la ofreció con un gesto sencillo.
Naruto la tomó, sus dedos rozándose brevemente. Sintió un cosquilleo. "Gracias, Ino. Es... bonita." La miró a los ojos, y por un instante, su mirada fue intensa, sincera. "Tú también te ves... bien, Ino." Se sonrojó al darse cuenta de lo que había dicho.
Ino se rió de nuevo, pero esta vez fue una risa más cálida, un sonido que hizo que Naruto se sintiera menos incómodo con su propio rubor. "¡Vaya, Naruto! ¿Me estás piropeando? Eso es nuevo." Su tono era juguetón, pero sus mejillas también adquirieron un ligero rubor. "Será mejor que te vayas, no querrás llegar tarde a tu misión. Y no hagas bromas sobre mi tienda de flores, ¿eh?"
"¡Claro que no! ¡Nos vemos, Ino!", dijo Naruto, con una sonrisa genuina.
Ino asintió, su sonrisa manteniéndose mientras él se alejaba. Naruto siguió su camino, la pequeña margarita en su mano, su corazón ligero. El aroma dulce de la flor y el recuerdo de la risa de Ino lo acompañaron. Las misiones de rango D aún serían aburridas, pero su determinación para entrenar y la inesperada conexión con Ino le daban a su sendero un nuevo y prometedor matiz. Era un pequeño paso, pero se sentía como un gran avance.