Cherreads

Chapter 2 - CAPÍTULO 2 – El Sueño de la Basura

El techo agrietado de su habitación filtraba el murmullo de la lluvia que había caído toda la noche. La humedad impregnaba las paredes como un manto invisible de desesperanza. Las goteras del baño seguían marcando un ritmo lento y deprimente, como el tic-tac de un reloj sin futuro. El aire estaba cargado de moho, polvo y recuerdos estancados.

Yong despertó en el suelo.

Ni siquiera había llegado al futón.

La madera vieja estaba manchada con su sangre seca. Se tocó el pecho con dedos temblorosos, buscando la herida que horas antes lo había condenado. Pero no quedaba más que una cicatriz pálida y superficial. Apenas un rastro. Como si la muerte hubiera estado a punto de llevárselo... y se hubiera arrepentido en el último segundo.

—Fue un sueño… —susurró. Su voz era apenas un aliento—. Solo una alucinación de un fracasado.

Se quedó ahí, inmóvil, observando las grietas del techo como si fueran constelaciones rotas. Cada línea representaba una caída, una derrota, una humillación. No tenía fuerzas ni para odiarse. Su cuerpo aún dolía. Su alma, más.

Pero entonces, el sonido volvió.

Tiiiiin.

No era una gota. No era la madera crujiendo. Era metálico. Claro. Familiar.

[¡BUENOS DÍAS, YONG!][RECORDATORIO: MISIÓN ACTIVA EN PROGRESO][OBJETIVO: COMPLETAR 5 MISIONES DE RANGO D][RECOMPENSA: ACELERADOR SINÁPTICO CAT VII – GENERACIÓN 1]

La interfaz azul apareció ante sus ojos. Flotando. Imposiblemente real.

No era un sueño.

Era real.

Yong se quedó quieto. Un segundo. Dos. La pantalla brillaba con indiferencia cibernética. Fría. Impersonal. Imposible.

Y entonces rió.

No fue una risa alegre. No fue una carcajada esperanzadora.

Fue una risa seca, rota, un poco histérica. Como si algo se hubiera quebrado... y de esas ruinas brotara una fuerza nueva. No noble. No heroica. Pero sí peligrosa.

—¡Es real…! —jadeó—. ¡Jajaja! ¡No estoy loco! ¡¡Esto es real!!

Se levantó de un salto. Su cuerpo aún sentía el desgaste, pero ya no se arrastraba. Abrió la canilla de la ducha —solo salía agua helada, como siempre— y se sumergió en ella sin dudar. Murmuraba para sí mismo, frases incoherentes, como un mantra demente con una sonrisa feroz en los labios.

Cuando salió, temblando pero despierto, se secó con una toalla vieja que olía a humedad. Se vistió con su uniforme remendado: pantalones parchados, chaleco raído, vendas en el antebrazo. Cada pieza contaba una historia de fracasos acumulados.

Pero algo había cambiado.

No fuera de él. Sino dentro. Una chispa fría, lógica, calculadora. Un sistema que no juzgaba. Que no esperaba nada. Solo resultados.

El distrito donde vivía era el rincón olvidado de Konoha. Edificios desgastados, paredes grafiteadas con insultos y amenazas, ventanas cubiertas con tablas viejas. Aquí vivían los olvidados, los que jamás serían convocados por un clan, los que nunca llegarían a chuunin. Shinobis heridos, prostitutas cansadas, niños que aprendían a robar antes que a leer.

Pero esa mañana, Yong caminó erguido.

Sus pasos eran firmes. No orgullosos. Determinados.

Un grupo de genin lo vio pasar. Eran más jóvenes, mejor vestidos, más confiados. Uno de ellos lo señaló con una sonrisa burlona.

—¡Miren! ¡Es Yong, el genin eterno!—¿Todavía sigues en rango D a los veinte, viejo? ¡Retírate ya, jajajaja!

Yong los miró.

No con furia. No con tristeza. Con silencio.

Ellos no sabían lo que él sabía. No tenían lo que él tenía. Así que no importaban.

Él tenía el Sistema.

Y cada paso que daba lo acercaba a una versión de sí mismo que ni ellos ni nadie podría detener.

El Edificio de Asignación de Misiones estaba lleno de actividad. Genin charlando, sensei dando instrucciones, misiones repartidas como pan en un mercado. Ruido. Movimiento. Vida ninja en su expresión más básica.

Yong entró sin desviar la mirada. Caminó directo al mostrador. La recepcionista, una mujer mayor de lentes rectangulares y expresión eternamente aburrida, alzó la vista.

—¿Yong...? —parpadeó—. Imagino que tú misión anterior fue un fracas, no trajiste el reporte. ¿Te encuentras bien?

Él hizo una breve reverencia.

—Perfectamente, señora. Vengo por cinco misiones de rango D.

—¿Cinco...? —repitió ella, sin ocultar la sorpresa—. ¿Planeas hacerlas todas hoy?

Yong sostuvo su mirada con una pequeña sonrisa. No arrogante. Casi... mecánica.

—Así es. Todas hoy.

La mujer dudó un momento, luego suspiró y comenzó a sellar pergaminos con la eficiencia de quien ya no se impresiona por nada.

—Captura de gatos, limpieza de canaletas, entrega de paquetes, ayuda a un anciano con su jardín y recolección de basura del río. Las clásicas. ¿Seguro?

—Seguro —respondió Yong, tomando los pergaminos con manos firmes.

[MISIONES RANGO D ADQUIRIDAS – 5/5][PROGRESO: 0/5]

Los guardó con cuidado, giró sobre sus talones y salió del edificio.

Algunos genin lo miraron pasar, riéndose por lo bajo. Otros lo ignoraron, como siempre.

Pero Yong ya no caminaba como antes.

Cada paso era una afirmación. Cada encargo, una piedra en los cimientos de algo nuevo. No importaba si era recoger basura o perseguir un gato callejero.

Cada tarea era parte del proceso.

Cada acción era un sacrificio hacia la evolución.

Porque el Sistema no se burlaba de él. No lo juzgaba. Solo pedía una cosa: seguir avanzando.

Y él lo haría.

Hasta el final.

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