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Chapter 2 - Capítulo 2: Primeros Pasos Hacia la Reconciliación

Después de dejar a Jimmy en la tienda de cómics, Alex condujo de regreso a la mansión. La conversación con los niños, aunque tensa, le había dado una inyección de energía. Podía sentir el pulso de la ciudad de Los Santos bajo las ruedas, los chirridos de los frenos y los cláxones de otros coches, los destellos del sol en los rascacielos. Todo era increíblemente real.

Al entrar en la casa, Amanda ya estaba sentada en el sofá de la sala, con una taza de café en la mano. Su expresión era cautelosa, una mezcla de resignación y una tenue chispa de curiosidad.

Alex se sentó en el sillón individual frente a ella. El silencio se prolongó por unos segundos, un silencio pesado que Michael solía llenar con sarcasmo o una evasión incómoda. Pero Alex no quería eso.

"Mira, Amanda", comenzó Alex, su voz controlada. "Sé que he sido un desastre. Por años. He sido un idiota, un mentiroso y un completo egoísta." Las palabras le salieron con una facilidad sorprendente, una confesión catártica que Michael probablemente nunca habría pronunciado. "Sé que mis disculpas no valen mucho a estas alturas. Pero lo que te dije antes es cierto. Quiero cambiar. De verdad."

Amanda lo observó, sus ojos azules fijos en los suyos. "¿Y qué significa eso, Michael? ¿Significa que mañana vas a volver a ser el mismo tipo que me ignoró por años, que me engañó, que se sentó en el sofá viendo televisión mientras nuestra vida se desmoronaba?" Su voz, aunque baja, estaba cargada de dolor y resentimiento acumulado.

"No", replicó Alex, negando con la cabeza. "Significa que estoy dispuesto a ir a terapia de pareja, si es lo que quieres. Significa que voy a dejar de comportarme como un adolescente. Significa que voy a estar ahí para Jimmy y Tracey, de verdad, no solo de nombre." Hizo una pausa, mirando la taza en las manos de Amanda. "Significa que quiero arreglar lo nuestro, si es que todavía hay algo que arreglar."

La mandíbula de Amanda se apretó. Era mucho para digerir. El viejo Michael nunca se habría sentado tan tranquilamente, ni habría admitido sus fallos tan directamente. "Me acosté con mi entrenador de yoga, Michael", soltó Amanda, lanzando la bomba. Era un movimiento calculado, una prueba. Una verdad que, en el guion original, había detonado una furiosa confrontación.

Alex la miró a los ojos. No había sorpresa en su mirada. Ya lo sabía. "Lo sé", dijo con calma. "Lo sé. Y no te culpo. Te descuidé, te hice sentir sola. Fui un completo imbécil. Te lo dije. No estoy buscando excusas. Estoy buscando una forma de avanzar." Una oleada de náuseas lo invadió. Saberlo y sentirlo eran dos cosas distintas. La herida de Michael, aunque no era la suya propia, se sentía real.

Amanda parpadeó, completamente desarmada por su respuesta. Esperaba rabia, negación, cualquier cosa menos esa calma aceptación. "Entonces… ¿no estás enfadado?"

"¿Enfadado?", Alex respiró hondo. "Sí, estoy enfadado. Pero no contigo. Estoy enfadado con el hombre que fui, con lo que permití que nos pasara. Y estoy enfadado con la vida que me trajo hasta este punto. Pero culparte a ti por buscar algo que yo no te estaba dando... sería hipócrita." Levantó una mano para detenerla antes de que pudiera replicar. "No estoy diciendo que lo que hiciste estuvo bien. Estoy diciendo que entiendo por qué lo hiciste. Y si queremos arreglar esto, tenemos que ser honestos el uno con el otro, ¿no crees?"

Amanda se quedó en silencio, mirándolo como si lo viera por primera vez. Las palabras eran las de Michael, pero la intención, el tono, la madurez… eso no era Michael. Había una vulnerabilidad en su mirada que la descolocaba.

"¿Qué… qué te pasó, Michael?", preguntó ella en un susurro, dejando la taza sobre la mesa de café.

Alex sonrió débilmente. "Quizás… me di un golpe en la cabeza muy fuerte. O quizás, solo quizás, finalmente me di cuenta de lo que realmente importa." Desvió la mirada hacia la piscina, donde el sol brillaba en la superficie del agua. "Quiero que confíes en mí, Amanda. Que podamos volver a confiar el uno en el otro. Y si eso no funciona… si no lo conseguimos… entonces, y solo entonces, hablaremos de separarnos. Pero no me rindo tan fácil. No esta vez."

Amanda se levantó del sofá y caminó lentamente hacia él. Se detuvo a su lado, la mano suspendida en el aire por un momento antes de colocarla suavemente en su hombro. "Eres un hombre muy complicado, Michael De Santa", dijo, su voz teñida de algo que Alex no había escuchado de ella antes: esperanza.

Él levantó la mirada y sus ojos se encontraron. Por un instante, el Michael De Santa del videojuego desapareció y solo quedó la mirada sincera de Alex Mercer.

"Lo sé", respondió. "Pero tal vez sea hora de que deje de serlo."

Después de su charla, Alex y Amanda pasaron el resto de la mañana hablando, de una manera que no lo habían hecho en años. No fue fácil. Hubo discusiones, hubo lágrimas (de Amanda, y una punzada en el pecho de Alex que lo sorprendió), pero también hubo una extraña sensación de liberación. Hablaron de los niños, de las finanzas, de sus vidas separadas y de la posibilidad de un futuro compartido. No se llegó a ninguna conclusión definitiva, pero la puerta, que había estado cerrada con siete llaves, ahora estaba entreabierta.

Horas más tarde, Alex estaba de pie en el gimnasio local, el sudor goteando por su frente mientras empujaba el peso en la prensa de banca. Jimmy, a su lado, resoplaba con un par de pesas más ligeras.

"¿Estás seguro de que esto es una buena idea, papá?", jadeó Jimmy, sus músculos temblando. "Me siento como un pudín."

Alex sonrió, el esfuerzo forzando el aire de sus pulmones. "Créeme, Jimmy. Te sentirás peor antes de sentirte mejor. Pero luego, te sentirás genial. Es una disciplina. Algo que te ayudará en todo, no solo aquí." Michael nunca habría dicho eso. Alex estaba usando el cuerpo de Michael, pero su mente, su determinación, era la suya.

Miró su reflejo en el espejo del gimnasio. El cuerpo de Michael, aunque aún blando, comenzaba a sentir la tensión. La satisfacción de quemar las calorías del "couch potato" era inmensa. Este era el comienzo. Una nueva vida, un nuevo cuerpo, una nueva oportunidad para Michael De Santa. Y para Alex Mercer, una oportunidad de escribir su propio final en este inesperado y caótico juego.

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