Chen Fei preparó con esmero un gran plato de dumplings para Mu Meiqing. Sin embargo, ella solo logró comer la mitad. Después de pasar días sin alimento adecuado, volver a una dieta normal requería cierta adaptación; no podía simplemente comer sin medida de inmediato.
El medio plato que quedó, Chen Fei pensaba guardarlo para freírlos más tarde en la noche. Pero antes de que pudiera hacerlo, Nangong Jin se los comió sin remordimiento alguno, alegando que estaba agotada de tanto conducir y que necesitaba reponer energías. Chen Fei solo pudo mirar en silencio… resignado a la injusticia. Al menos, eso sí: la habilidad al volante de Nangong Jin había sido más que evidente.
Por su parte, Mu Meiqing, aún afectada por el hambre, el agotamiento físico y el desgaste emocional de los últimos tres días, no tardó en sentirse somnolienta. Después de comer, se despidió con una leve sonrisa y volvió a su habitación a descansar.
Mientras tanto, Chen Fei lavaba los platos en la cocina. Pero sus ojos, más interesados en otra cosa, se desviaban constantemente hacia la sala, más específicamente hacia la puerta de vidrio desde donde podía ver a Nangong Jin parada frente al espejo de cuerpo entero. La curiosidad lo picaba por dentro, especialmente cuando recordaba la promesa no tan sutil de "asistencia"
Frente al espejo, Nangong Jin fruncía el ceño mientras se observaba de lado a lado. Se pellizcaba la barbilla, giraba para ver su perfil y, de vez en cuando, presionaba con desconfianza una parte inexistente de grasa en su cintura.
¡No hay duda de que para una mujer, el rostro y la figura son sagrados!
Justo en el momento en que ella se preguntaba si había engordado un poco, una risa tonta sonó detrás de ella.
—Jejeje... Hermana Jin, estás hermosa como siempre. Creo que yo estoy demasiado delgado, mejor empiezo a darte comida extra todos los días —dijo Chen Fei con una sonrisa traviesa.
—Eh… ¡pequeño Feifei! No creas que no sé lo que estás tramando. Tranquilo… aún es temprano —le respondió Nangong Jin con una mirada cargada de picardía—. Esta noche… tendrás tus beneficios.
Nangong Jin le toco la nariz a Chen Fei con un dedo, y luego se alejó hacia el dormitorio, moviéndose con gracia y esa cintura esbelta que parecía bailar con cada paso. Chen Fei no volvió en sí hasta que la puerta se cerró tras ella.
—¡Dios mío! ¡Qué mujer! ¡Esto es jugar con fuego! —murmuró, llevándose una mano al rostro.
Luego, bajó la cabeza y se rió como un tonto.—Pero bueno… como dijo que los beneficios vienen de noche… jejejejeje…
Chen Fei se quedó de pie en la sala, sonriendo solo como un bobo enamorado.
Después de haber logrado rescatar a Mu Meiqing, sentía que finalmente podía proteger su pequeño territorio de tres acres y vivir cómodamente con sus dos compañeras. Con las reservas que tenía, podrían sobrevivir fácilmente tres personas… incluso diez, durante un año entero. Aunque, claro, eso solo si nadie desperdiciaba.
Pero una duda lo asaltó de pronto: ¿y si esas reservas no bastaban? ¿Y si no llegaban al año?
Chen Fei sabía que no podía confiarse. No podía permitirse el lujo de seguir escondido indefinidamente en ese edificio. Con la zombificación expandiéndose por todas partes, las zonas urbanas se habían convertido prácticamente en bases de operaciones de los no muertos. A largo plazo, lo más sensato era huir de la ciudad.
Además, una vez que se cortaran el agua y la electricidad —algo inevitable en esa situación—, deberian marcharse cuanto antes, incluso si todavía tenían suministros. Era cuestión de tiempo, que todo se fuera al diablo.
Aunque por ahora podía garantizar su seguridad y la de las chicas, Chen Fei no bajaba la guardia. Su conciencia de crisis seguía despierta. Aun así, cualquier plan a futuro tendría que esperar hasta que Mu Meiqing se recuperara completamente.
Bostezó, y echó un vistazo a su reloj: 14:22.
Habían pasado tres horas desde que el ejército iniciara la operación de limpieza. Todavía se escuchaban intensos disparos afuera. Se acercó a la ventana de la cocina y miró hacia la calle Wutong. Aunque el humo ocultaba el cielo, podía ver dos helicópteros sobrevolando la zona; otro más cruzaba lentamente la ciudad, probablemente realizando labores de detección.
La calle Wutong era la vía principal que conectaba la autopista con Zhongnan. Como era de esperar, estaba infestada de zombis. Si pensaban abandonar la ciudad, Chen Fei prefería evitar esa ruta y buscar un camino alterno.
Sin embargo, si el ejército lograba abrirse paso, la historia cambiaba. Aunque no sabía cuántos zombis serían eliminados finalmente, estaba claro que cualquier carretera por la que pasara el ejército sería mucho más segura. Y si por fin despejaban Wutong, sería esa la mejor ruta de salida.
Pensando en los posibles atascos que debieron haberse producido en los primeros momentos del brote, Chen Fei recordó las típicas imágenes de autos embotellados y ciudadanos desesperados por huir. Si las autoridades cerraron la ciudad desde el inicio, quizá ahora no hubiera tráfico… pero los vehículos abandonados seguirían siendo un problema.
Claro, su camioneta era potente. Podía embestir uno o dos autos bloqueando la vía. Pero si el camino estaba completamente congestionado, ni el mejor motor lo salvaría.Así que sí: si Wutong se despejaba lo suficiente, esa seguiría siendo su mejor opción. Rápida, directa… y potencialmente abierta gracias al ejército.
Chen Fei tomó nota mental de todo. Serían datos cruciales cuando llegara el momento de abandonar Zhongnan.
Mientras tanto, con las dos chicas dormidas, decidió organizar parte de los suministros. Trasladó alimentos desde la sala hasta el almacén. Aunque su hogar estaba reforzado y era relativamente seguro, no quería arriesgarse. Los productos perecederos, como la leche y el pan próximos a caducar, debían usarse cuanto antes.
En este mundo colapsado, el capital más importante no era el dinero… sino la comida. Si no producías nada, tarde o temprano pasarías hambre. Y si además desperdiciabas recursos, no te quejaras cuando llegaras a morir por inanición.
Chen Fei estimaba que los suministros disponibles en el mundo eran, en su mayoría, los producidos durante el último par de meses. Una vez se agotaran, los sobrevivientes no tendrían más opción que salir y buscar por su cuenta.
Ese problema aún no lo afectaba directamente… pero sabía que se acercaba. Y debía estar listo.
Según sus cálculos, una pequeña parte de estos insumos estaba en manos de ciudadanos comunes. El resto debía seguir almacenado en supermercados, depósitos mayoristas o fábricas. Era cuestión de tiempo antes de que todos salieran a cazar esos recursos.
En esta etapa inicial, cuando la opinión pública aún no ha asimilado la realidad de los últimos días, la mayoría de los sobrevivientes opta por quedarse en casa, consumiendo lo poco que tienen mientras esperan un rescate que jamás llegará. El miedo, la incertidumbre e incluso la esperanza irracional los mantiene inmóviles. Esta es la primera fase del apocalipsis.
Con el paso del tiempo, a muchos se les agotan los alimentos. Impulsados por el hambre, superan el temor inicial y se aventuran fuera de casa en busca de comida. En esta segunda fase, más del 80% muere devorado por zombis o se convierte en uno de ellos. El 20% restante empieza a aceptar la nueva realidad y comienza una integración inicial al mundo hostil que los rodea.
La tercera y última fase es la del verdadero "superviviente". Es cuando las personas finalmente comprenden que el fin del mundo ha llegado y dejan de depositar su fe en un rescate ilusorio. A partir de ese momento, sus pensamientos giran en torno a conseguir recursos, evitar zombis, y combatirlos si es necesario. En esta etapa ya no hay lugar para la ingenuidad: solo la ley del más fuerte impera.
Pero ¿cuántos logran llegar con vida a esta tercera fase? Tal vez uno de cada cien, o uno entre mil, incluso uno entre diez mil. El porcentaje es ínfimo.
Hoy, aún quedan muchos sobrevivientes en el mundo. Salvo unos pocos que se han visto obligados a evolucionar hacia la segunda fase, la mayoría continúa anclada en la primera. Y cuando todos crucen ese umbral y entren a la tercera fase, ya no solo habrá una lucha entre humanos y zombis, sino también entre humanos desesperados por comida y recursos. Solo el más fuerte podrá sobrevivir.
Para Chen Fei, las personas realmente importantes son pocas, pero valiosas. Nangong Jin y Mu Meiqing no solo cumplen con sus expectativas, sino que se han convertido en compañeras de absoluta confianza. No teme que lo traicionen, ni que lo apuñalen por la espalda por un poco de agua o comida. En este infierno, eso vale más que cualquier tesoro.
Chen Fei cuenta con el sistema de Dominación Apocalíptica, y sabe que tarde o temprano estará en la cima de la pirámide de la supervivencia. Pero alcanzar ese punto no será cuestión de días ni semanas. Es un proceso gradual, que exige evolución, resistencia y preparación constante.
Por mucho que tenga el sistema de su lado, incluso él no sobreviviría si se viera rodeado por cien zombis. Y lo sabe. Como alguien dijo alguna vez en el futuro: incluso el más fuerte necesita un respaldo, necesita aliados para liberar su verdadero potencial.
En otras palabras, si uno quiere vivir en este nuevo mundo, necesita compañeros leales. Y Chen Fei cree que tanto Nangong Jin como Mu Meiqing lo son. Pensar en ello le produce una oscura y refrescante satisfacción.
Nangong Jin ya ha demostrado tener habilidades de combate sólidas, y en los últimos días ha aprendido aún más con Chen Fei. Puede enfrentarse sola a uno o dos zombis sin problema. Ahora, además, ha revelado otra habilidad inesperada: es excelente al volante.
Tiene belleza, habilidad en el combate y dominio del coche. Chen Fei no puede evitar quejarse para sí mismo:—¡¿Cómo puede alguien tener tanto talento, por el amor de Dios?!
Por otro lado, aunque Mu Meiqing acaba de ser rescatada, su fortaleza no es inferior a la de Nangong Jin. Además de su físico atractivo, posee una ventaja insustituible: es doctora. Eso le da un valor absoluto. Un médico con conocimientos clínicos sólidos puede salvar vidas incluso en condiciones extremas. A diferencia de los médicos comunes, ella sabe tratar lesiones musculares, fracturas, heridas... y mucho más.
Chen Fei solo espera que su cuerpo se recupere por completo y que aprenda pronto a defenderse contra los zombis. Con su cooperación, él ya puede vislumbrar la formación de un pequeño pero letal equipo de exploración, donde él protegería a estas dos bellezas competentes. A futuro, si reclutan a más personas, será con suma cautela. Dejar que un lobo entre en la manada podría ser una pérdida catastrófica.
Con estos pensamientos claros en su mente, Chen Fei abrió la aplicación de mapas en su celular y comenzó a repasar la ruta de la ciudad de Zhongnan y la ubicación de varios distribuidores de suministros.
Además del mapa descargado, Chen Fei había tenido la precaución de comprar múltiples mapas físicos por Internet tiempo atrás: mapas nacionales, regionales, urbanos y topográficos. Aunque el celular puede cargarse en el coche, un fallo o pérdida del dispositivo podría ser desastroso. Por eso, quien se prepara con planes de respaldo, siempre tiene mayores probabilidades de sobrevivir.