Cherreads

Chapter 28 - En casa

Una camioneta cubierta de manchas de sangre y restos de carne picada sobre placas de acero avanzaba rugiendo por la calle Jiefang, dejando un rastro macabro a su paso.

A pesar de haber escapado por poco, el corazón de Chen Fei aún latía desbocado, como si siguiera dentro de la batalla.

—¡Chen Fei, mira atrás! —exclamó de pronto Nangong Jin, al ver que se acercaban a la comunidad.

Chen Fei se incorporó de inmediato y miró por el espejo retrovisor del copiloto. A través del cristal, salpicado con gotas de sangre marrón oscura, pudo distinguir con claridad lo que lo hizo estremecerse: una horda de zombis los seguía de cerca. No eran unos pocos... eran setecientos, quizás ochocientos.

—¡La puta madre...! —soltó sin pensarlo, con los ojos bien abiertos.

La comunidad residencial estaba justo frente a ellos. Si seguían de frente hacia el estacionamiento subterráneo, esos zombis también entrarían detrás... y eso sería el fin.

—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Nangong Jin, claramente preocupada.

Chen Fei respiró hondo, tratando de pensar con rapidez.

—No hay opción. Vamos a dar la vuelta. Primero llevaremos a la horda hacia el pequeño parque al oeste. Si logramos reunirlos ahí, podremos rodearlos y volver a la comunidad sin arrastrarlos con nosotros.

Luego añadió con seriedad, recordando un viejo refrán:

—Como dicen, ¡el que no planea a largo plazo, tendrá problemas inmediatos!

Chen Fei comprendía que, a partir de ahora, cada decisión debía tomarse con cautela. Si regresaban a la comunidad sin una estrategia clara, al menos la mitad de los zombis que arrastraban detrás quedarían dispersos en los alrededores o, peor aún, en el estacionamiento subterráneo. Eso solo traería más problemas en el futuro.

Cerró los ojos por un momento y se concentró en el radar zombi. Antes creía que su alcance era suficiente, pero ahora deseaba que pudiera detectar amenazas con un radio de al menos un kilómetro. Sin embargo, no era momento para lamentarse.

Siguiendo sus instrucciones, Nangong Jin detuvo la camioneta brevemente frente al acceso al estacionamiento de la comunidad. El objetivo era atraer a más zombis que aún quedaban en la zona. Una vez cumplido ese objetivo, se alejaron rápidamente, recorriendo tres comunidades vecinas y un pequeño parque. Durante la maniobra, Chen Fei le indicó que mantuviera una distancia de menos de 30 metros con respecto a los zombis y que no bajara la velocidad, para no perderlos de vista.

Con esa estrategia, la horda creció. Después de tres vueltas, habían logrado reunir a más de mil zombis.

En el trayecto, Chen Fei vio a muchas personas asomadas en las ventanas, pidiendo ayuda. Pero él no era un salvador. Apenas podía protegerse a sí mismo y a sus compañeras. Su compasión no podía ser una debilidad. Ayudar a otros sin tener la fuerza necesaria solo los pondría a todos en peligro. Esa era una verdad simple, pero cruel.

Las tres vueltas también le permitieron a Nangong Jin memorizar las condiciones del terreno, lo que le dio confianza para acelerar más tarde. Cerca del parque, Chen Fei le pidió que se detuviera unos minutos, esperando a que se acercaran los últimos zombis rezagados.

Y entonces, el plan final entró en marcha.

La camioneta rugió con fuerza, acelerando más que nunca. Subió por un tramo de escaleras como una bestia desatada, dejando atrás a la horda confundida. Los zombis fueron desviados hacia una calle adyacente, lejos de la comunidad.

La destreza de Nangong Jin al volante brilló con intensidad: sus giros a alta velocidad eran precisos, fluidos. Evitaba los obstáculos con habilidad, gracias a la memoria fresca del recorrido. Todo esto permitió regresar a la comunidad sin dejar rastro de los zombis.

De nuevo en el garaje subterráneo, estacionaron justo frente al ascensor para mayor rapidez. Al bajar, solo quedaban cinco o seis zombis en las inmediaciones. Nangong Jin, sin soltar a una agotada Mu Meiqing, la ayudó a caminar. Mientras tanto, Chen Fei eliminó rápidamente a los enemigos con su ballesta, incluso tomándose el tiempo de recuperar todas las flechas antes de subir al ascensor.

Durante el ataque al hospital, había disparado quince flechas. Si no hubiera podido recuperarlas aquí y en el estacionamiento, habría perdido el doble. En un mundo como este, esos recursos eran demasiado valiosos para desperdiciarlos.

Cuando el ascensor se abrió en el undécimo piso, Mu Meiqing se sobresaltó al ver que aún quedaban zombis en el pasillo.

—Oye… Hermana Jin, primero lleva a la Hermana Qing a la casa —dijo Chen Fei, preparando su ballesta—. Yo me encargo de esto.

Nangong Jin asintió en silencio y, sosteniendo a Meiqing, se dirigió con cuidado al final del pasillo.

Cuando la puerta se abrió y Mu Meiqing vio todo lo familiar en la habitación, dos lágrimas cristalinas rodaron silenciosamente por sus mejillas.

—¡Hermana Qing, bienvenida a casa! —dijo Nangong Jin con una sonrisa cálida—. Descansa, date un baño caliente y duerme plácidamente después de comer. ¡Te sentirás renovada cuando despiertes!

—Gracias… —respondió Mu Meiqing con una leve sonrisa, abrazándola con fuerza.

Durante todos esos días atrapada sola en la clínica ortopédica, incluso ella, que solía ser fría y reservada, había sentido el peso de la soledad y el miedo. Ahora, de regreso en un lugar conocido, esa angustia parecía desbordarse en forma de lágrimas. Volver al hogar le removía el alma, como si toda la tensión acumulada la sacudiera al fin.

—En realidad, deberías agradecerle a Xiao Feifei —añadió Nangong Jin—. Luchó contra zombis día tras día solo para venir a rescatarte. Ese chico que solía ser juguetón y despreocupado… desde el brote del virus, ha cambiado de una forma inexplicable.

Mu Meiqing dirigió inconscientemente la mirada hacia Chen Fei, que en ese momento arrastraba con esfuerzo varios cadáveres de zombis hacia el apartamento 1101. Sus ojos, aunque cansados, se fijaron en su espalda delgada y encorvada. Sin darse cuenta, sus labios esbozaron una sonrisa suave.

Tanto ella como Nangong Jin conocían el pasado de Chen Fei. Tras la repentina muerte de sus padres, ese joven travieso e inmaduro se vio obligado a enfrentarse solo al mundo. Por fuera, seguía siendo bromista y hablador, pero en la intimidad de la noche, solía quedarse mirando fotos viejas con sus padres, perdido en el silencio.

Antes, sus lágrimas podían ganarle el consuelo de su familia. Pero ahora, sin nadie que lo abrace, llorar solo lo haría más débil. Por eso, desde entonces, Chen Fei había aprendido a ocultar su tristeza detrás de una sonrisa despreocupada, exagerando su faceta más juguetona para enmascarar su dolor.

Mientras arrastraba a los zombis, pensaba que si hubiera potenciado más su fuerza, ahora podría cargar fácilmente un cadáver con una sola mano. Sin embargo, hoy comprendió que su decisión de mejorar su agilidad fue acertada. En un mundo repleto de zombis que no se cansan, ser rápido puede ser más valioso que ser fuerte: si puedes luchar, luchas. Si no puedes, huyes. Así de simple.

Incluso se preguntó si en el futuro debería gastar sus puntos de atributo en mejorar su velocidad aún más… como si se pusiera “aceite en los pies”.

Después de lanzar el último zombi al 1101, Chen Fei se secó el sudor de la frente con el codo y caminó hacia la puerta. Al levantar la vista, se cruzó con los ojos cansados de Mu Meiqing.

—Oye... Hermana Qing, ¿ya no me reconoces? ¡No nos vemos desde hace una semana! —bromeó con una sonrisa ligera.

Mu Meiqing giró el rostro hacia un lado y emitió un “hmpf” frío, fingiendo indiferencia.

Chen Fei, que había vivido durante un tiempo con dos bellezas, ya sabía cómo lidiar con el carácter de ambas. Su estrategia habitual era acercarse con simpatía… aunque no siempre salía bien parado. Y aunque creas que el verdadero poder de estas mujeres estaba en sus encantos, te equivocas. Aún siendo cinturones azules, su fuerza no estaba nada subestimada.

Eso lo supo bien Chen Fei… después de que lo arrestaran por pasarse de listo. En su mente solo sonaba:"Ah… qué doloroso es entender..."

Para él, Nangong Jin y Mu Meiqing no solo eran las mujeres que le gustaban. También eran como sus hermanas mayores, protectoras y fuertes. No eran familia, pero lo cuidaban mejor que muchos amigos cercanos.

—Hermana Qing, deberías descansar en tu habitación. Me cambiaré de ropa y te traeré dumplings. Los preparó la abuela Li del piso de arriba. ¡Hoy celebramos tu regreso!

—¡Qué popular eres, oye! —interrumpió Nangong Jin desde el marco de la puerta, con una sonrisa burlona—. Esta mañana te pedí dumplings y no me diste. Y ahora que la Hermana Qing ha vuelto, ¡ya estás corriendo a cocinar! ¡Qué favoritismo!

—¡Hermana Jin! No digas eso sin pensar —se quejó Chen Fei mientras entraba a la habitación—. Esta mañana comiste huevos fritos, tocino y muslos de pollo. ¿Quién de ustedes no tuvo doble porción? Mira a la Hermana Qing: pálida, delgada, casi sin fuerzas. Y tú… ¡tú ya perdiste hasta el contorno de tu carita!

Chen Fei le lanzó una mirada severa a Nangong Jin, luego entró y cerró la puerta con fuerza. Pero enseguida volvió a abrirla, asomó la cabeza, tosió un par de veces y murmuró:

—Esto… esto… no olvides lo de los beneficios, ¿eh?

More Chapters