El descenso fue vertiginoso, una mezcla de euforia y pura adrenalina. Aterrizó con un golpe sordo detrás de los asaltantes, el sonido de sus pies engomados resonando en el callejón. Los tres hombres se giraron, sus ojos se abrieron de par en par ante la figura alta y delgada que había aparecido de la nada. Uno de ellos, el más grande, empuñaba una palanca.
"¿Qué diablos...?", comenzó uno, pero Peter no le dio tiempo a terminar.
Movido por el instinto, y quizás un poco por la rabia, lanzó su puño. El golpe fue más fuerte de lo que esperaba, enviando al tipo de la palanca contra un contenedor de basura con un estrépito metálico. Sus otros dos cómplices se quedaron boquiabiertos, sorprendidos por la velocidad y la fuerza del ataque.
"¡Oye!", gritó Peter, su voz sonando extrañamente juvenil pero con una punzada de autoridad. "Creo que esa no es su billetera. Y esa señora no se ve muy feliz."
El segundo ladrón, un tipo flaco con una gorra de béisbol, sacó un cuchillo. "¡Aléjate, niño! Esto no es asunto tuyo."
Peter sonrió bajo la sombra de la noche. "Bueno, ahora lo es. Y soy un fastidio cuando me meto en los asuntos de los demás."
Esquivó el tajo del cuchillo con una facilidad asombrosa, casi bailando lejos del filo. Sus sentidos arácnidos vibraban, guiándolo, haciéndole prever los movimientos de su oponente. Agarró la muñeca del ladrón y, con un giro inesperado, lo desarmó, enviando el cuchillo a volar y clavándose en una pared cercana. El ladrón gimió de dolor.
El tercer asaltante, un tipo con un tatuaje de araña en el cuello (Peter no pudo evitar una punzada de ironía), intentó golpearlo por detrás. Pero su sentido arácnido lo alertó. Se agachó en el último segundo, haciendo que el puño del atacante se encontrara con la cara de su compañero. Ambos cayeron al suelo con gemidos.
La mujer, a la que habían estado asaltando, los miraba con los ojos muy abiertos, conmocionada. Peter se acercó a los ladrones caídos, ahora retorciéndose en el suelo.
"¿Qué hacemos con ellos?", preguntó ella, su voz temblaba.
Peter dudó. No había pensado en esa parte. ¿Los ataba? ¿Llamaba a la policía? De repente, recordó algo que había visto en las películas.
Apuntó su lanzador de telarañas a los hombres y disparó. Un torrente de telaraña blanca y pegajosa los envolvió, inmovilizándolos contra el suelo y entre sí. La telaraña era increíblemente fuerte, manteniéndolos firmemente atrapados.
"Esto debería mantenerlos ocupados hasta que llegue la policía", dijo Peter con una sonrisa de satisfacción, algo en él sintiéndose extrañamente realizado.
La mujer lo miró, luego a los ladrones cubiertos de telarañas, y luego de nuevo a él. "¿Quién... quién eres tú?"
Peter se dio cuenta de que no había pensado en un nombre. ¿Spider-Man? Sonaba un poco… tonto en voz alta. Se encogió de hombros, intentando sonar despreocupado. "Sólo su amigable vecino de Queens."
Con eso, se impulsó hacia arriba con un nuevo chorro de telaraña, trepando por la pared del edificio tan rápido como había bajado. La adrenalina aún lo bombeaba, pero ahora se mezclaba con una sensación de satisfacción profunda. Había ayudado a alguien. Había usado sus habilidades para algo más que acrobacias nocturnas.
Mientras se balanceaba de vuelta a su edificio, una idea comenzó a formarse en su mente. Esto no era solo una segunda oportunidad para él. Podría ser una oportunidad para ayudar a los demás. El suicida había buscado el final, pero Peter Parker había encontrado un nuevo comienzo.