Los días que siguieron a su primera noche como "su amigable vecino" fueron una mezcla extraña de euforia secreta y la tediosa realidad de la escuela secundaria. La historia de los ladrones enredados en telarañas corrió como la pólvora en los noticieros locales, y Peter sintió una punzada de orgullo cada vez que oía a la tía May comentar sobre el "misterioso héroe". Era un secreto que lo hacía sentir más vivo que nunca.
Pero la vida de Peter Parker también tenía que continuar. El primer día de clases en Midtown School of Science and Technology era un obstáculo que debía enfrentar. Se vistió con la ropa que encontró en el armario de Peter, sintiéndose un poco como si se pusiera un disfraz. La mochila, los libros, el autobús lleno de adolescentes ruidosos... todo era ajeno y, a la vez, extrañamente familiar gracias a los fragmentos de memoria que seguían regresando.
El pasillo de la escuela era una marea de estudiantes. Se sentía como un pez fuera del agua, más consciente de cada pequeño detalle: el zumbido de las luces fluorescentes, el murmullo de las conversaciones, el olor a desinfectante y perfume barato. Sus sentidos agudizados eran una bendición y una maldición.
Mientras intentaba encontrar su casillero, una voz monótona pero distintiva lo detuvo.
"Mira, si no es el chico que resucitó. Pensamos que los zombis eran solo en las películas."
Se giró para ver a un grupo de chicos, liderados por un grandulón con una sonrisa burlona. Flash Thompson. La memoria de Peter Parker le proporcionó el nombre y una punzada de irritación. Este era el matón local.
"Hola, Flash," dijo Peter, intentando sonar lo más desinteresado posible. La vieja versión de sí mismo habría temblado, pero ahora, con la fuerza y la agilidad que sentía bullir bajo su piel, la amenaza de Flash le parecía risible.
Flash se acercó, empujándolo ligeramente. "Escuché que te noqueó una araña. ¿Te hizo un cerebrito más grande o algo así? Porque no podrías ser más tonto."
Peter lo miró directamente a los ojos. "Créeme, Flash, ahora mismo soy más inteligente de lo que jamás serás."
La confianza en su voz tomó a Flash por sorpresa. Los otros chicos se rieron entre dientes. Flash frunció el ceño, molesto por la falta de miedo habitual de Peter.
"Ya veremos, Parker," masculló Flash antes de alejarse con su séquito.
Peter suspiró. Ese sería un largo año.
Mientras caminaba hacia su primera clase, Matemáticas Avanzadas, su sentido arácnido le dio una pequeña punzada. Algo no peligroso, pero… notable. Levantó la vista y la vio.
Estaba sentada en una de las primeras filas, garabateando algo en un cuaderno con una mirada de intensa concentración. Su cabello oscuro y rizado caía alrededor de un rostro de facciones afiladas, y sus ojos, enmarcados por gafas, estaban fijos en su tarea. Llevaba una camiseta ancha y una expresión de aburrimiento existencial que, de alguna manera, le resultaba fascinante.
Michelle Jones. MJ.
La memoria de Peter Parker le proporcionó el nombre, pero no mucho más. No eran amigos cercanos, no había romance, solo un reconocimiento mutuo como dos de los "raros" o "inteligentes" de la clase. Pero, a diferencia de otras memorias, esta se sentía diferente. Había algo en ella que capturó su atención de una manera que Liz Allan, la supuesta chica de los sueños de Peter Parker, no lo hacía.
Al entrar al aula, sus ojos se cruzaron por un instante. Ella le lanzó una mirada rápida, apenas perceptible, antes de volver a su cuaderno. No había juicio, ni curiosidad, solo una especie de reconocimiento silencioso. Y algo en esa mirada casual hizo que un pequeño cosquilleo recorriera su pecho.
Él se sentó en un asiento vacío varias filas detrás de ella, su mente aún zumbando por la interacción con Flash, pero ahora con un nuevo foco. MJ. No era el tipo de chica por la que Peter Parker hubiera babeado, pero había algo en su aura de "no me importa nada" que él encontraba intrigante. Quizás, solo quizás, esta nueva vida no sería tan solitaria después de todo. El destino, parecía, había tenido sus propios planes para Peter Parker.